MI AMIGO MICHAEL: EL RANCHO NEVERLAND

Por: ♥Anaitat♥Twittear

CAPÍTULO Nº 2: EL RANCHO  NEVERLAND (Continuación)

El camino hacia una curva y pasaba por una estación de tren a la derecha y un lago a la izquierda. Había estatuas de bronce de niños jugando y madera muy pulida y por el vestíbulo del ala de Michael, después recorrimos un pasillo que daba a un salón.

- El señor Jackson llegará en seguida a saludarlos dijo Gail –

Unos instantes después apareció Michael.

- Bienvenidos a Neverland, sin más antes que añadir, aquí lo único que hay que hacer es ser libres.

De una forma u otra sus huéspedes recibían esa misma consigna.

Pasamos al comedor, el personal nos sirvió un almuerzo y comimos todos juntos, después Michael nos llevó a recorrer la finca, vimos a los animales del zoológico, nos subimos al tren y a la noria. En el rancho todo funcionaba a la perfección y había personal de sobra para todo: los cuidadores de los animales y operadores de las atracciones aparecían como por arte de magia de repente cuando los necesitábamos.

Las atracciones eran divertidas, pero a mí me impresionaba el zoológico. Es fascinante estar en un zoológico privado. Michael tenía a varios expertos encargados del cuidado de sus animales. Había un especialista en reptiles, otro en osos, leones, chimpancés, jirafas, elefantes y así. Los adiestradores nos acercaban a los animales para que los viéramos, nos dejaban alimentarlos y nos contaban sus hábitos. En la zona de las serpientes habían anacondas, tarántulas, cobras venenosas, serpientes cascabel, pirañas y cocodrilos sólo comían una vez por semana creo y consumían pollos frescos y enteros. Había cuatro o cinco jirafas. Michael era alérgico a ellas y también a los caballos, por lo que si quería tocarlos tenía que tomarse una pastilla. A mí me encantaba acariciar las jirafas; además de cerca, su aliento olía a menta, no sé por qué.

El chimpancé y los orangutanes eran mis preferidos. Siempre deambulaban por ahí, vestidos con pañales, camisas y monos OshKosh. Por alguna razón los chimpancés se obsesionaban con los detalles más nimios. Por ejemplo si yo tenía un padrastro en el dedo, lo detectaban en el acto, lo examinaban y jugueteaban los elefantes, les encantaba los refrescos y Starbusts. Así como dicen que las mascotas se parecen a sus dueños, los animales de Neverland parecían haber desarrollado un paladar parecido al de Michael.

La entrada a la sala de cine destacaba por su elegancia. Los invitados recorrían una pasarela adoquinada que pasaba junto a una fuente iluminada con aguas danzarinas mientras se oía música de fondo maravillosa, como sucedía en todo el rancho. Tras franquear dos puertas dobles, se entraba en la sala. A la izquierda había una pantalla digitalizada de los personajes de Pinocho que Michael había encargado al personal de Disney. Entre ellos también había una animada electrónicamente de Michael en tamaño natural, vestido con la ropa de “Smooth criminal”. En el breve diálogo que acompaña montañas que nos rodeaban por completo. Era deslumbrante. Neverland era un lugar mágico, yo no había visto nada igual en mi vida y lo sigue siendo.

Continuará...

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