Por: ♥Anaitat♥Twittear
Una vez mi padre nos dijo que le mostráramos a Michael lo que habíamos aprendido en nuestras clases de piano. Yo me sentía inclinado a tocar el piano, pero aporreé las teclas tratando de tocar el tema de la Guerra de las Galaxias y Para Elisa. Mi hermano Eddie que a pesar de tener tan sólo 3 años, era mejor músico que yo, tocó el tema de Carros de Fuego. Michael se quedó encantado con nuestra presentación.
Quizá sea exagerado decir pero a mi corta edad ya percibía que había algo en Michael que lo distinguía de los demás adultos, pero lo cierto es que cuando volvió en una de sus visitas le obsequié lo que para mí era uno de mis más grandes tesoros mi colección de cromos de la Pandilla basura.
Al principio no quiso aceptarla.
- No, no puedo aceptar tu cromos!!
Pero al ver el interés con que los miraba, insistí.
- No, no. Quiero que los tengas tú.
Ése fue el primer regalo que le hice a Michael. Lo conservó toda su vida (en ese revoltijo que tenía en un armario en Neverland) a partir de ese entonces las visitas eran más habituales. En ese momento se encontraba de gira, con los Jackson para promocionar el álbum Victory, de modo que iba mucho a Nueva York y siempre que lo hacía se las arreglaba como sea para venir a vernos ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué, siendo el hombre más ocupado del mundo del espectáculo, sacaba tiempo para visitar a una familia común y corriente como la nuestra? Creo que para él representábamos algo que a pesar de toda su fama, deseaba tener. Ser amigo de nuestra familia implicaba escapar al verde sosiego de Nueva Jersey y al menos por un rato, vivir una vida normal con una familia.
Para Michael, alternar con niños y divertirse con juguetes e historietas no tenía ninguna connotación sexual. En compañía de los niños podía comportarse tal cual como era. Había sido el centro de atención toda su vida y eso hacía que los demás lo vieran distinto.
Pero a los niños no les importaba quién era. A mí desde luego, no me importaba en lo más absoluto. Durante aquella gira Los Jacksons dieron 3 conciertos en el Giants Stadium y mi padre nos llevó a Eddie y a mí a los 3.
Cuando comenzó el primer concierto le dije a mi padre: ¿Ese es el mismo Michael Jackson que viene a la casa?
Ahí comprendí por primera vez que quizá sí había algo ciertamente singular en aquel hombre tan simpático que compartía mi amor por las historietas, mis muñecas Repollo y la Pandilla basura. En el escenario se transformaba. No se parecía a nuestro amigo Michael, era Michael la superestrella.
Para un niño tan pequeño, aquello era trasnochar y mis padres, sobre todo mi padre no se encontraban relajados en ese aspecto.
Pero conseguir un palco para un concierto de Michael Jackson no era de todos los días y mis padres querían que Eddie y yo tuviéramos las más grandes experiencias. Tal vez Michael fuera la superestrella más importante del planeta y quizá ellos se sentía especiales por el trato íntimo que tenían con él, pero no era eso lo que guiaba sus decisiones como padres. Michael no los deslumbraba. Sí conocerlo, compartir momentos con él era importante. Pero el hecho de ir a sus conciertos como compartir momentos con Michael. Era lo que mis padres hacían con sus seres queridos. Para mi padre lo que tenía de especial Michael era su sonrisa, honestidad, su humanidad. Le conmovía que Michael una megaestrella del espectáculo hubiera consolidado una verdadera amistad con nuestra familia. Mi madre es una persona leal y comprensiva, cuanto más conocía a Michael, más maternal y protectora se sentía hacia él, como le sucedería a alguien que tiene un amigo cercano y de confianza.
Siempre lo apoyó, sobre todo cuando sintió que Michael necesitaba su lealtad y comprensión.
Continuará…
Créditos: Agradecimientos a Jackie por compartir el libro