Aquella noche Michael nos llevó a Eddie y a mí, además de Jordy su madre y hermana al rancho. En la limusina siempre había películas, pero estábamos demasiado excitados, recordando animadamente las anécdotas del día, como para prestar atención. Ese día nos sentimos todos muy unidos. Comprendí que Jordy y su familia querían muchos a Michael, tanto como nosotros. Eran como otra familia para él y a mí me pareció que teníamos eso en común con ellos. En ningún momento sentí celos por la relación. Además no soy celoso. A decir verdad me gustaba que hubiera otro chico para jugar, sobre todo porque no parecía impresionarle de sobremanera mi relación con Michael. Al recordar el viaje anterior, me había mentalizado de que el trayecto en coche fuera largo, pero se me hizo bastante corto. Como ya era de noche vi los árboles y espacio acuáticos iluminados con gran belleza.
Había música. El tren seguramente vacío iba resoplando durante su alegre recorrido. La cena nos estaba esperando. Como no estábamos con nuestro padres, mi hermano y yo le preguntamos a Michael si podíamos a quedarnos a dormir en su cuarto. Eso es lo que hacíamos cuando nos quedábamos en casa de algún amigo de nuestra edad, y para nosotros Michael era uno más. Evidentemente sabíamos que era un adulto pero para nosotros era nuestro mejor amigo. Un niño, pero un niño con recursos y un poder asombroso ¡Tenía un parque de atracciones en el jardín! Queríamos estar con él y Michael no sabía decir que no, ni a nosotros ni a nadie que nos enseñara lo que podíamos hacer. De manera que pasamos todo el día jugando en la sala de juegos y recorriendo Neverland juntos. Michael se apuntaba a todo.
Aquella noche Michael sugirió que fuéramos a Toys “R” Us me pregunté si su chofer nos podía llevar, pero Michael dijo que él iba a conducir. De modo que nos metimos en un Dodge Caravan marrón y feo. Yo me senté delante y mi hermano, June, Jordy y su hermana detrás. Michael con su sombrero fieltro en la cabeza, nos llevó a la juguetería.
- No puedo creer que estés conduciendo – le dije.
Nunca había visto a Michael conducir un coche. Era una visión. Cuando llegamos a Toys “R” Us las luces estaban encendidas, pero las puertas cerradas. Se me cayó el alma a los pies (…)
Fue entonces cuando empezó el trabajo era la prioridad de Michael. Era muy profesional. Siempre estaba dispuesto a todo. Creo que se debía que cuando trabajaba se sentía más cómodo, cuando más sentía que era dueño de sí mismo. Cuando sus hermanos mayores jugaban al baloncesto o a algún otro deporte, él se sentaba a verlos y cantaba alguna melodía. Jamás participaba (y seguro que habría sido bienvenido, aunque ello significase jugar un partido de dos contra tres). Quizá era porque su padre no quería que jugara. Era más protector con Michael que con sus otros hermanos. También es verdad que él era un pato mareado para los deportes, como pude comprobar en más de una ocasión. Nunca lo entendí. Tenía el sentido más extraordinario del mundo y no era capaz de hacer un regate en el baloncesto. Y para el béisbol era aún más negado, según él mismo afirmaba.
Pero lo fundamental es que no quería que nadie afectase su trabajo, ni el deporte ni las mujeres. Con la edad comenzó a quedarse en casa a ensayar y crear coreografías de baile. Cuando volvían sus hermanos, Michael les enseñaba sus pasos. Era el más pequeño de los Jackson 5 pero el más serio.
Aquella noche, más tarde, también hablamos de Jordy que se alojaba con su madre y su hermana en uno de los chalets de invitados.
- Me cae muy bien, la próxima que vayas a Nueva York tienes que llevarlo a casa.
- Sí nunca ha estado en Nueva York. Tendríamos que llevarlo respondió Michael.
- ¿Por qué no duerme aquí con nosotros? Le pregunté.
- No lo sé, Jordy nunca se ha quedado en mi cuarto – dijo Michael. A mí me gusta que estemos los tres solos, así nos ponemos al día. De modo que aquella noche nos quedamos los tres charlando delante del fuego hasta cerca de las 4 de la mañana, hora en que fuimos a saquear la nevera. Fuimos a la cocina, calentamos un budín de vainilla en el microondas (una de las comidas preferidas de Michael) patatas fritas, barras de helado de naranja, barquillos de vainilla barquillos de vainilla y unos zumos y lo llevamos todo al cuarto de Michael (…)
Aquella noche nos quedamos charlando hasta tarde. Nos echamos en el suelo delante de la chimenea y hojeamos revistas mientras Michael nos contaba cotilleos del mundo del espectáculo. Nos decía que había ido a cenar a la casa de Eddie Murphy o que Madonna había intentado seducirlo. Consciente de nuestra edad, nos intentaba explicar con delicadeza de la invitación de Madonna a acompañarla a su cuarto de hotel sin usar la palabra “seducción”.
- Me pidió que fuera a su habitación – nos explicó y acto seguido se tapó la cara con las manos. Pasé mucha vergüenza nos explicó, no sabía qué hacer – nos confesó.
- Tenías que haber ido, yo habría dado lo que sea por pasar una noche con Madonna – le dije.
Yo era muy joven pero las chicas ya me volvían loco.
Michael sin embargo, era lo opuesto. No estaba acostumbrado a verse arrastrado en una situación en la que se esperaba una conducta romántica por su parte. No era homosexual, las mujeres le gustaban, eso estaba claro y cualquiera que lo viera bailar reconocía su poderosa energía sexualidad. Pero se cohibía. Esa cohibición se debía, en parte, a la vida nómada que había vivido de niño.
Continuará…
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