Por: ♥Anaitat♥Twittear
En agosto de 1986, el famoso compositor Leonard Bernstein estaba en Los Ángeles, donde dirigiría uno de sus tantos conciertos clásicos en el Royce Hall de UCLA. Él sabía que su cumpleaños era esa semana, así que le pregunté qué era lo que quería hacer. Sin pensarlo un segundo, Leonard respondió: “Quiero conocer a Michael Jackson”
En ese momento, Michael era la mayor estrella pop del universo. Acababa de publicar su exitoso álbum Thriller, tenía una gira sold out y había ganado múltiples premios Grammys, que lo habían catapultado a un nivel Beatlesco donde quiera que vaya. Dentro de la industria musical era visto como el mayor talento puro de una generación, y la combinación de Michael y Quincy Jones en el estudio fijó un estándar que posiblemente no llegue a ser igualado.
Quincy Jones, Michael Jackson, Leonard Bernstein, Jamie Bernstein, y David Pack:
Leonard era una superestrella global y una personalidad de TV en su propio derecho — está listado en muchas publicaciones como el músico, director de orquesta y compositor más celebrado del siglo XX. Aun así Leonard se sentía impactado por el talento de Michael, al que una vez me describió como “la estrella de pop más electrizante que había visto desde los Beatles.” Leonard quería introducir a Michael en la música clásica y quizá inspirarle para una colaboración de música clásica y pop.
Yo estaba decido a cumplir el deseo de Leonard, organizando la reunión entre mis dos amigos. Llamé a otro amigo, Quincy Jones, también era otro titán musical y una leyenda al que ya le había presentado a Leonard el día anterior en otra cena.
Quincy idolatraba a Leonard Bernstein, así que dijo que llamaría a Michael para preguntarle. Una hora más tarde, llamó y dijo que Michael no podía. Cuando le dije a Leonard que Michael no estaría, me dijo "¿Cómo? ¿¡Le dijiste que yo, Leonard Bernstein, le invitaba a venir a mi concierto!?” Volví a hablar con Quincy. Dos horas más tarde, Quincy llamó para decir que Michael vendría. “Pero nunca ha estado en un concierto de música clásica, ¡esto será interesante!”
En el concierto, Michael disfrutó viendo a Leonard, que en un momento saltaba casi un metro durante una parte de la pieza para aterrizar con un sonoro golpe. (Quincy, Michael, y yo estábamos seguros que Leonard estaba luciéndose intentando llamar la atención de Michael).
Esa noche, durante una cena en mi casa, me fijé en que Michael era un hombre de los más buenos y dulce que he conocido. Me agradeció una y otra vez por "invitarle" al concierto. Me pidió que le recordada algunos de mis éxitos con el grupo Ambrosia, así que le canté el coro de “Biggest Part of Me”. Sus ojos se iluminaron como los de un niño, y se puso a cantarme él el coro a mí.
En un momento, Leonard se puso su largo pañuelo blanco alrededor del cuello y llamó a MJ para hacerse unas fotos, luego se puso de pie y enseñó a Michael una clase práctica sobre cómo dirigir una orquesta. Después, los dos gigantes de la música se pusieron a charlar sobre... ¡acné! Ambos habían tenido problemas con eso, y de alguna manera era un tema personal embarazoso que fue su mayor punto de conexión. Leonard recordaba la anécdota durante el resto de su vida. Michael me llamó al día siguiente y me pidió las fotos de aquella noche, estaba emocionado con tenerlas.
Durante aquella velada especial, tuve la necesidad de compartir mi fe con él, para que supiera que junto a él había otro artista cristiano. Así que cuando me susurró “¿Cómo podría agradecerte esta noche tan maravillosa?” Le dije, “Michael, yo no he hecho esto, ha sido Dios!” Me dijo, “Oh sí, lo creo de corazón”
Le dije que era cristiano y me dijo que él también. Hablamos sobre el primer tema navideño que habíamos escuchado de niños que decía: “Jesus loves me, this I know, for the Bible tells me so. Little ones to him belong, they are weak but he is strong.” Con todo el ruido de la fiesta a nuestro alrededor, ambos nos inclinamos discretamente y cantamos la canción como niños de un coro. “Yes, Jesus loves me. Yes, Jesus loves me.” Luego nos dimos un pequeño abrazo.
Supe en ese momento que este dulce genio encontraría un lugar pacífico en el cielo eterno. Yo no encuentro raro a Michael, ni loco, ni nada de lo que se dice. Quiero decir que supe que todas las acusaciones que le hicieron eran falsas y que, según pienso yo, no tenía la capacidad de hacer nada que no fuera amar a los niños y hacerles saber que haría lo que necesitaran para ayudarles. Miren el magnífico trabajo que hizo escribiendo y coproduciendo “We Are The World,” y las 39 organizaciones benéficas para niños a las que apoyaba con su generosidad. Ese era Michael. Creo que durante sus juicios soportó un sufrimiento como el de Cristo y rezaba por la intervención porque estaba siendo acusado por lo que más quería, los niños. Esto le causó quizá más dolor que nada en la vida.
Sé que Michael adoraba a Jesús con todo su corazón. Quincy me dijo que MJ trabajaba para compartir su fe con otros, a veces de puerta en puerta, ya que lo educaron como Testigo de Jehová. Más adelante en su vida decía a la gente que era un cristiano no denominacional. Más recientemente, se dijo que se había convertido al Islam. Pero el Michael que conocí había considerado seriamente dejar la música y dedicarse por completo al ministerio cristiano.
Si hay algo que me da paz en este momento de pérdida, es saber que uno de los artistas más grandes de todos los tiempos está ahora haciendo el moonwalk en los dorados caminos celestiales, donde las calles no tienen nombre, con una amplia sonrisa en la cara, y una banda de ángeles le da la bienvenida a casa.
Michael, amigo mío, descansa en paz en el cielo.
Créditos: reflectionsonthedance