Y finalizamos el libro, con el epílogo...hubieron momentos anecdóticos, divertidos y sobre todo emotivos; que nos dejaron nostálgicos al conocer muchas más facetas de las que ya conocíamos de MJ, este libro nos dio un increíble pantallazo del Michael detrás del genio, showman, el Michael que construía día a día su carrera.
EPÍLOGO
A la 1 de la tarde del 25 de junio de 2009 recibí la llamada. “Michael está en el hospital. No tiene buen aspecto”. Dennis se quedó en el estudio mientras yo me reunía con el equipo en Staples Center, donde habían sido los ensayos en la última semana. Mientras mis manos temblaban al volante, miré por el espejo retrovisor las ropas de Michael, sus zapatos. Se los había quitado solo doce horas antes, después de decirle adiós y marcharse a casa.
En el auditorio, docenas de bailarines con las manos unidas en oración, con la televisión emitiendo continuamente las noticias.
Ignorando llamadas de amigos y colegas que imaginaba querían saber “si las noticias eran ciertas”, pero yo no tenía idea tampoco de lo que estaba pasando o, al menos, hacía lo posible por negar todas las especulaciones sobre el estado de Michael. A las 2:29, las especulaciones se convirtieron en realidad: A Michael le declararon fallecido, en directo en televisión. “Últimas noticias”, lo llamaron.
La sala estalló en llanto. Me senté en silencio sintiéndome solo. Se había ido. Yo estaba desesperado por salir de allí, pero no nos estaba permitido salir. A causa del pánico desatado, los managers estaban preocupados por una crisis, el saqueo y la protección de las cosas que estaban repartidas por el vestuario, mesas y respaldos de las sillas desordenadamente. Pasé lo que parecieron horas recogiendo en su vestuario sus cosas personales, todo lo que pensaba que podía ser vendido o robado y guardando con llave las ropas. Para mí, un amigo, una persona, había fallecido, pero todo el mundo estaba actuando, sin embargo, como guardianes de mercancías sin sentido. Los electricistas recogían los cables, los bailarines lamentaban la perdida de una carrera que nunca cumplirían… Michael había muerto y el telón fue echado, literalmente.
Cuatro horas después de la noticia nos dijeron finalmente que recogiéramos nuestras cosas y nos marcháramos. Cuando fui a coger mis llaves, todo lo que saqué del bolsillo de mis jeans fue pelusa. Corrí hasta el aparcamiento y allí estaba mi coche, con las llaves puestas, en marcha, las puertas abiertas, con todas las ropas de Michael todavía en el asiento trasero. Durante cinco horas había estado en marcha, abierto, tal como lo dejé, incapaz de pensar lo impensable.
Con lo que quedaba de gasolina llegué a casa para encontrar a Dennis sentado frente a la televisión apagada, con el mando en la mano y el teléfono sonando. “No lo cojas”, le dije. Ninguno de nosotros tenía ganas de hablar con la prensa que estaba llamando.
Dennis y yo miramos alrededor a los maniquíes a medio vestir, con los trajes inacabados que nunca conocerían la magia que estaba prevista para ellos. Cuando Michael se detuvo, todo se detuvo.
NUESTRO ÚLTIMO DEBER
Dos semanas después de la muerte de Michael nuestro teléfono seguía sonando sin parar, pero hubo una llamada que no esperaba, de la familia de Michael. Su hermana La Toya estaba al teléfono.
“La familia ha decidido que ustedes deberían elegir lo que Michael llevará puesto para su eterno descanso”.
Cuando recuperé la voz, mi primera reacción fue: “No creo que pueda hacerlo”.
“Tienes que hacerlo”, La Toya era firme. “¿Quién si no lo haría?”
Ella tenía razón. ¿Quién lo haría? Dennis y yo nunca nos habíamos negado a contestar una llamada de Michael y no íbamos a empezar ahora. Así que, humildemente, acepté el honor de vestir a Michael Jackson por última vez.
Veinticinco años trabajando con Michael actuaron como un proyector en nuestra mente. La magia, la mística, la búsqueda, lo siguiente, destellando ante nosotros e inspirando nuestro último y más importante acertijo ¿Cuál era la pieza favorita de Michael? ¿Qué detalles deberíamos incluir?
Una cosa sabíamos cierta gracias una breve conversación que tuvimos los tres hacía mucho tiempo. “Si algo me sucede, por favor, no me pongan el guante. Ese guante es solo para Billie Jean”, nos dijo.
A la pregunta de si Michael tenía prendas favoritas, él habría contestado como un padre que se niega a elegir entre sus hijos: “Oh, todas son mis favoritas”. Pero sabíamos que eso no era verdad. Este hombre místico no tenía secretos para nosotros en cuanto a lo que más le gustaba.
Necesitábamos bisutería y abalorios. “Y un ángel, un escudo y un brazalete”, recitó Dennis abriendo cajones y buscando las cosas. Me uní en la búsqueda de lo que Michael consideraría lo apropiado para un rey. ¿Perlas? Si. A Michael le gustaría eso. Dennis estuvo de acuerdo.
Entonces me acordé.
¿Dónde estaba la chaqueta de perlas que Michael usó en 1994 (1993 en realidad) cuando Janet le entregó el Grammy?
No teníamos tiempo de buscar la original, así que Dennis empezó a cortar inmediatamente el patrón de una chaqueta militar. Esta sería la última imagen que el mundo tendría de Michael, si la familia lo permitía, y necesitaba llevar las piedras de un rey: perlas. Muchas perlas. En la chaqueta que cortó Dennis cosí ciento de perlas en el intento de recrear la que sabíamos que era la prenda favorita de siempre de Michael. Y el resto del traje pareció salir de forma natural. Cosí una campanilla de lentejuelas con un vestido verde lanzando un hilo de polvo de hadas, que a él tanto le gustaba, en el interior del lado derecho de la chaqueta. A cada lado del cuello cosimos una flor de lis. Sobre el corazón de Michael, la cruz de Malta. Para el brazalete usamos color negro azabache cubierto de estrás de piedras cuadradas y una corona real británica en plata de ley.
Levi’s negros eran seguros, pero dimos un paso más y los hicimos de piel incrustados de cuentas. Y como sabíamos que no incluiríamos el guante, decidimos incluir lo que consideramos como el “siguiente guante”, espinilleras de Lucite que brillaban como cristal antibalas, las cuales iba a usar en el número de apertura de “This Is It”. Usamos además otras cosas de la gira: Un cinturón chapado en oro de dieciocho quilates adornado con piedras semipreciosas multicolores, con dos ángeles sosteniendo una corona en la hebilla y, por supuesto, las gafas de sol. Teníamos montones de gafas de sol a mano, porque Michael las rompía a diario. Respecto a sus pies, Michael bailaba con sus Florsheim, pero cuando no actuaba siempre llevaba botas Beatle. Llamé a La Toya y le pregunté qué quería la familia.
“Tiene que irse de este mundo bailando”. No había ni una gota de duda en sus palabras. “Los Florsheim, definitivamente”.
Dos semanas después de su muerte, llegó el momento de llevar las ropas a Michael a Forest Lawn, donde la familia celebró una ceremonia privada.
No pude dejar los zapatos que Michael me dio después del Bad Tour. Eran mi personal trozo de mística de Michael. Ya era suficientemente difícil decirle adiós a un amigo y encontré alivio sabiendo que me había dado una parte de sí mismo. Así que compré un nuevo par de Florsheim, los arañé como Michael me había enseñado y los llevé a la funeraria. Dejé allí las ropas pero, antes de que pudiera darme la vuelta e irme, me dijo el empleado: “La familia ha pedido que sea usted quien vista a Michael”.
Si Michael alguna vez te necesitó, me dije a mí mismo, es ahora.
Mi dolido corazón se animó al saber que es un hermoso regalo haber cuidado de un querido amigo en la vida y después de la vida.
Sobre el féretro chapado en oro de dieciocho quilates, Dennis colocó un arreglo floral de lirios orientales blancos. En el otro lado puso una foto enmarcada de Michael con su traje de “Come Together”, con aspecto invencible, extraordinario, portando dos lirios azules. Cuando Prince y Paris se acercaron a su padre lo hicieron llevando una corona. La que había diseñado, soldado y creado Dennis con amor y honor.
Prince y Paris colocaron la corona de su padre sobre los lirios. Mientras los rubíes, esmeraldas y zafiros captaban la luz de la luna que bailaba en la noche a lo largo del cielo, contemplamos no un funeral, sino una coronación.
FIN...