Por: ♥Anaitat♥Twittear
Anna Kisselgoff. Crítica de danza y periodista cultural del New York Times
Publicado el 6 de marzo de 1988
No hay modo de separar al Michael Jackson cantante del Michael Jackson bailarín, como lo ha demostrado su nuevo show otra vez.
El señor Jackson usa su baile en cada canción, ya sea para proclamar lo ‘malo’ que es o para instar a todo el mundo a mirarse al espejo y corregir su forma de ser. Visto especialmente como bailarín es lo máximo, y sus variados mensajes están presentados magníficamente por un estilo de baile singular que va en la dirección emocional que él desea.
Dejando aparte la apariencia de bailes callejeros en su actuación del jueves en el Madison Square Garden, pasando por alto los ocasionales gestos sugerentes y el giro de pelvis, asombrada por el deslizamiento hacia atrás del moonwalk y las partes aisladas del cuerpo que parecen ponerse en movimiento por sí mismas, ves a un virtuoso bailarín que usa el movimiento en beneficio propio.
Sí, Michael Jackson es un bailarín de vanguardia y sus bailes podrían denominarse abstractos. Como Merce Cunningham, nos demuestra que el movimiento tiene valor por sí mismo y lo que interpretamos en él es consecuencia del contexto dramático que le rodea.
A diferencia de las estrellas del pop del pasado, el señor Jackson no depende del prosaico lenguaje corporal. Él habla a su público mayormente con bailes inespecíficos. Para expresar aprobación, el público responde con “Wow, wow”.
Fíjense cuántas veces el señor Jackson les deja sin aliento con sus trepidantes giros imprevistos, gestos staccato, su explosión de movimiento de cualquier parte de su cuerpo y verán que los pasos y frecuencias se repiten a menudo. Pero el ritmo y la expresión cambian al mismo tiempo que las chaquetas tachonadas. Las palabras rocían los mismos bailes con un torrente de emoción variada mientras el laser proyecta rayos de luz hacia un cielo imaginario.
Un bailarín profesional observador no podría evitar relacionar la integración de la tecnología del Bad Tour del señor Jackson con unos experimentos similares de técnica mixta que envolvieron el baile de vanguardia de los años 60. Aquí, como entonces, el show fue un ejercicio de percepción. Aquí como allí pueden ver a los cantantes y músicos en directo y también en pantallas gigantes de video mientras el cámara se mueve a lo largo del escenario tras los artistas.
Como bailarín el señor Jackson es del tipo aéreo. No es para él el amor ceremonial de la tierra que atrajo a los modernos bailarines pioneros. El moonwalk que él ha hecho famoso es una metáfora apropiada para su estilo de música. ¿Cómo lo hace? Como técnico, es un gran ilusionista, un mimo genuino. Su habilidad para mantener una pierna recta cuando se desliza mientras la otra se curva y parece caminar requiere un ritmo perfecto.
Precisión es el quid de la cuestión en los diferentes números que interpreta con un escaso grupo de cuatro hombres, empezando con el de apertura “Starting Something”. Sus peinados van del minimalismo (derivados del punk) al maximalista (melena enmarañada), pero no hay otra cosa que un total acuerdo en sus bien ensayados y precisos finales.
Cuando una fan se materializa repentinamente en el escenario y da saltos hacia el señor Jackson, la respuesta de la estrella parece tan coreografiada que parece parte del show.
¿Puede, entonces, alguien bailar como Michael Jackson? Sólo si puede elevarse en puntas sin zapatos de puntas, quedarse así y mantener lo que es básicamente una actuación en solitario de dos horas sin parar.
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